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EPI: 25 años de esperanza a través de la conservación liderada por jóvenes

Updated: May 16

En la década de 1990, Scott Pankratz, el fundador de Ecology Project International (EPI), caminaba hasta 18 kilómetros para llegar a una playa remota en el Pacífico de Costa Rica, donde miles de tortugas marinas llegaban a anidar en el fenómeno conocido como arribadas.


Él no lo sabía en ese entonces, pero ese viaje se convertiría en la semilla de una organización internacional que, durante los últimos 25 años, ha inspirado a jóvenes a convertirse en líderes ambientales a través de la ciencia.

“Yo pasaba hasta tres semanas seguidas en esa playa. Los científicos llegaban allí para observar los nidos de las tortugas porque era un fenómeno increíble, y gracias a esa experiencia, conocí a investigadores de Canadá, Europa y Estados Unidos que hacían un trabajo extraordinario, estudiaban todo tipo de cosas fascinantes, publicaban artículos, conseguían becas y títulos. Y vi muy pocos costarricenses que estuvieran allí haciendo lo mismo: estudiando el entorno natural, ayudando a conservarlo, protegerlo y avanzar en su propia carrera profesional”, recuerda Scott.

Esa desconexión entre las comunidades locales y los lugares de conservación se convirtió en la inspiración para lanzar a EPI en el año 2000. Como profesor de ciencias en un instituto, Scott imaginó una forma de poner a los estudiantes locales en contacto directo con la conservación y la investigación científica que se lleva a cabo en sus propios territorios.


Para materializar la idea, se puso en contacto con Julie Osborn, que en aquel momento estudiaba Ecología Tropical en Costa Rica, en una experiencia que ella describe como transformadora.

"Realmente me entusiasmó la idea de crear estas oportunidades para que los chicos de Costa Rica y de Estados Unidos tuvieran este tipo de experiencias que cambian la vida, pero a una edad más temprana, porque cuando yo lo hice, estaba en el penúltimo año de la universidad, y si hubiera estado en el penúltimo año de secundaria, habría marcado aún más la diferencia en mi vida", dice Julie.

Juntos lanzaron los primeros cursos, a pesar de las dudas de otros, que les decían: "los muchachos de colegio se van a meter en problemas, no van a seguir las reglas, ya saben, van a echar a perder la investigación". Pero con el apoyo de aliados clave, nació EPI.

Estudiantes locales en la Reserva Pacuare. Crédito de la foto: Batsú Estudio
Estudiantes locales en la Reserva Pacuare. Crédito de la foto: Batsú Estudio

Los primeros pasos de EPI


El primer grupo de EPI estuvo formado por 61 estudiantes locales que visitaron la Reserva Pacuare, un lugar crucial para la conservación en Costa Rica, con una de las playas de anidación de tortugas baulas más importantes del mundo. Aquella visita marcó el inicio de una poderosa alianza que más tarde llevaría a la organización a asumir la gestión de la reserva en 2016.


En 2001, EPI acogió a su primer grupo de estudiantes estadounidenses, y en 2003 se puso en marcha el programa de Galápagos.

"Después de haber trabajado en Costa Rica durante un par de años y aunque enfrentamos algunos desafíos, también recibimos mucha ayuda en el camino y muchísimo entusiasmo por la idea, la retroalimentación de los participantes era tan contagiosa que empezamos a preguntarnos: ¿dónde deberíamos hacer esto después? Y pensamos: ¿cuál es el lugar biológicamente más famoso del planeta? Y lo que surgió fueron las Islas Galápagos", explica Julie.

Descubrieron que, aunque en las islas vivían más de 40.000 personas, muchas no habían pisado nunca el Parque Nacional que alberga las famosas tortugas gigantes.

Estudiantes trabajando con tortugas gigantes en las Islas Galápagos.
Estudiantes trabajando con tortugas gigantes en las Islas Galápagos.
Y ese fue otro factor que validaba lo que queríamos hacer: involucrar a la población local en la participación y, al mismo tiempo, generar ese intercambio internacional como parte de la experiencia. Y una vez que empezamos a trabajar allí, comenzaron a acercarse personas a proponernos nuevos lugares. Alguien nos habló de La Paz, y otra persona nos propuso trabajar en Yellowstone. Entonces empezamos a conversar con científicos interesados en vincularse con las comunidades locales y trabajar con jóvenes, y a partir de ahí, todo siguió creciendo", agrega Julie.

Originalmente creados para estudiantes locales, los programas pronto se ampliaron para incluir participantes de Estados Unidos a través del Programa de Estudiantes Visitantes, lo que les permitió visitar sitios en otros países.

“Bueno, ya sabés, como somos de Estados Unidos, de alguna manera estamos involucrados en los problemas que enfrentamos. Una tortuga marina, por ejemplo, no vive solo en Costa Rica, sino que habita en distintas partes del mundo. Y las baulas en particular viajan distancias enormes, se alimentan en las costas de Estados Unidos, y todos tenemos que trabajar juntos si queremos resolver estos problemas,” dice Julie.
Aprendiendo sobre el Protocolo de Tortugas Marinas en la Reserva Pacuare.
Aprendiendo sobre el Protocolo de Tortugas Marinas en la Reserva Pacuare.

Por eso, en 2001, Scott se puso en contacto con dos colegios de Montana y los invitó a participar.

“También fue una gran oportunidad para que los chicos del país anfitrión conocieran a alguien de otro país, pero en una verdadera relación de igual a igual porque compartían la experiencia de trabajar con tortugas marinas en una playa por la noche, recolectando datos, y era una forma muy divertida. No necesitaban hablar el mismo idioma, pero podían conocerse, crear vínculos, hacerse amigos y darse cuenta de cuánto tenían en común, y a partir de ahí eso siguió creciendo también,” comparte Scott.

"Queríamos crear algo duradero y, cuando nos instalamos en una zona como Costa Rica, queríamos comprometernos a estar allí a largo plazo y colaborar y trabajar con las comunidades locales de la mejor manera posible", explica Scott.



25 años inspirando a la juventud a través de la ciencia


“Tuve una experiencia increíble como estudiante en un viaje a Costa Rica. Cuando vi que se ofrecía una pasantía en EPI mientras estaba en la universidad, tomé un semestre libre y me mudé a México para hacerla. Cuando regresé de mi pasantía, en realidad cambié mi carrera universitaria a Estudios Ambientales,” compartió la exalumna de EPI Kelsie DeFrancia.
“He trabajado en el campo ambiental y de sostenibilidad desde entonces, incluyendo regresar a Costa Rica para trabajar con tortugas marinas, obtener una maestría en Ciencias Ambientales y Políticas, participar en proyectos de sostenibilidad a nivel internacional, y ahora trabajar en políticas ambientales para mi gobierno local,” añade Kelsie.

Gabriela Baker, quien asistió a un curso en Costa Rica en 2005, dijo que le despertó “un interés duradero en los temas ambientales, América Latina y el desarrollo sostenible que influyó en mis decisiones durante muchos años.”


Gabriela también estudió el cambio climático y la agricultura en Vietnam, lo que la llevó a proyectos medioambientales centrados en el usuario y a su trabajo actual de mejora del acceso a la salud mental en Estados Unidos.

“Realmente creo que esta experiencia inicial con EPI catalizó una cadena de intereses, curiosidades, preguntas y experiencias que están todas vinculadas a donde estoy hoy. Espero seguir utilizando mis habilidades para construir cosas que ayuden a mejorar el mundo de diversas maneras, sea donde sea que me lleve el futuro.”

Para la costarricense Ana Beatriz Hernández, asistir a un curso de EPI en la Reserva Pacuare a los 14 años le cambió la vida:

“Recuerdo que fue un momento de despertar vocacional. Fue como ese primer contacto real con investigadores, con la ciencia ocurriendo en el campo, con la certeza de que es una posibilidad, un camino que podemos elegir como jóvenes costarricenses”, explica Ana.

Ana, quien actualmente coordina los programas de EPI en Belice y Galápagos, fue instructora de cursos de EPI durante varios años. “Para mí, regresar a la Reserva para trabajar como instructora y como parte de EPI ha sido un ciclo completo. Fue muy motivador, muy inspirador.”

Ana Beatriz trabajando como instructora de EPI en la Reserva Pacuare con un grupo escolar local.
Ana Beatriz trabajando como instructora de EPI en la Reserva Pacuare con un grupo escolar local.

Para el Director Ejecutivo, Miguel Fuentes, estas historias son la mayor prueba del impacto de EPI:

“Constantemente escucho la frase ‘experiencia que cambia la vida’ cuando la gente se comunica conmigo, exalumnos y profesores que han participado en nuestros programas, usan esa expresión todo el tiempo para describir lo que han vivido con nosotros. Y creo que el mayor testimonio de nuestro impacto es recibir esas historias y entender cómo estamos ayudando a cambiar el mundo, un participante a la vez”, afirma Miguel.


De la educación a la conservación directa


En 2016, EPI dio un gran paso adelante, pasando de ser únicamente una organización de educación ambiental a también gestionar directamente la conservación y la investigación al asumir la administración de la Reserva Pacuare. Después de 16 años de colaboración, el fundador de la reserva, John Denham, le pidió a EPI que asumiera la plena responsabilidad de su futuro.

“Cuando surgió la oportunidad en 2016 de trabajar más de cerca con la reserva o de asumir la gestión y el liderazgo de la misma, fue una decisión relativamente sencilla para EPI, ya que era una alianza natural,” dice Miguel.

Unir dos organizaciones con culturas de trabajo diferentes no fue fácil, pero los resultados hablan por sí mismos. Para Miguel, uno de los mayores logros ha sido fortalecer los lazos con la comunidad local a través de contrataciones, alianzas y actividades de divulgación.

“La Reserva Pacuare realmente ha llegado a expandir la misión de EPI, ha ampliado el corazón y el trabajo de EPI. Y también nos ha dado mucho en términos de cultura organizacional, en cuanto a aprender mucho de las personas que están en la reserva.”


Una semilla que sigue creciendo


Para Julie y Scott, EPI es más que un proyecto. Ha sido un viaje de vida. Lo que comenzó como una chispa de inspiración se ha convertido en un movimiento liderado por personas con la pasión y la capacidad de llevarlo aún más lejos.

“Este fue el sueño que tuvimos cuando empezamos esto,” dice Julie. “Y ver que otras personas lo continúan más allá de lo que nosotros pudimos hacer es sumamente gratificante.”

Veinticinco años después de ese primer curso en la Reserva Pacuare, EPI sigue prosperando, dejando su huella tanto en las personas como en los ecosistemas. Para Scott, esa es la parte más gratificante:

“Hemos creado algo que es como pedalear cuesta arriba: personas, inspiración y, con suerte, aportando valor al mundo y a los lugares donde operamos.”

Y el futuro es prometedor. Como explica Miguel Fuentes, EPI está en una posición única para liderar en educación ambiental:

“La mayoría de las organizaciones se enfocan en cómo las personas sienten respecto a la naturaleza y qué saben. Pero en EPI también preguntamos: ¿qué habilidades han desarrollado? Eso es parte de nuestra singularidad: lo meticulosos que somos con nuestros programas y lo enfocados que estamos en su calidad.”

Con esta base, EPI está alineando sus esfuerzos con los estándares de ciencia de próxima generación y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, con el objetivo de fomentar un liderazgo basado en valores de conservación en todos los ámbitos de la vida.


El trabajo no ha terminado. Pero la red de estudiantes, educadores, científicos, comunidades y aliados que se han unido a este camino demuestra que cuando una idea nace del compromiso y la colaboración, su impacto puede ser profundo y duradero.


Porque una experiencia puede cambiar una vida. Y miles de vidas transformadas pueden cambiar el mundo.



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